martes, 7 de febrero de 2023

Poema de las cosas - José Ángel Buesa


Quizás estando sola, de noche, en tu aposento oirás que alguien te llama sin que tu sepas quién y aprenderás entonces, que hay cosas como el viento que existen ciertamente, pero que no se ven... Y también es posible que una tarde de hastío como florece un surco, te renazca un afán y aprenderás entonces que hay cosas como el río que se estan yendo siempre, pero que no se van... O al cruzar una calle, tu corazón risueño recordará una pena que no tuviste ayer y aprenderás entonces que hay cosas como el sueño, cosas que nunca han sido, pero que pueden ser... Por más que tu prefieras ignorar estas cosas sabrás por qué suspiras oyendo una canción y aprenderás entonces que hay cosas como rosas, cosas que son hermosas, sin saber que lo son... Y una tarde cualquiera, sentirás que te has ido y un soplo de ceniza regará tu jardín y aprenderás entonces, que el tiempo y el olvido son las únicas cosas que nunca tienen fin.

Apoyas la mano - Ángel González


Apoyas la mano en un árbol. Las hormigas tropiezan con ella y se detienen, dan la vuelta, vacilan. Es dulce tu mano. La corteza del abedul también es dulce: dulcísima. Una agridulce plata otoñal sube desde su raíz honda hacia ti misma. Mojada por la luz sucia y filtrada, peinada fríamente por la brisa, te estás quedando así: cada momento más sola, más pura, más concisa.

martes, 31 de enero de 2023

Esta tarde - Ramón J. Romero Pérez

Las hojas del ciprés - Jorge Luis Borges

Tarde es, amor - Blas de Otero


Volví la frente: Estabas. Estuviste
esperándome siempre.
Detrás de una palabra
maravillosa, siempre.

Abres y cierras, suave, el cielo.
Como esperándote, amanece.
Cedes la luz, mueves la brisa
de los atardeceres.

Volví la vida; vi que estabas
tejiendo, destejiendo siempre.
Silenciosa, tejiendo
(tarde es, Amor, ya tarde y peligroso.)
y destejiendo nieve…

Me dueles - Jaime Sabines


Mansamente, insoportablemente, me dueles.
Toma mi cabeza. Córtame el cuello.
Nada queda de mí después de este amor.

Entre los escombros de mi alma, búscame,
escúchame.
En algún sitio, mi voz sobreviviente, llama,
pide tu asombro, tu iluminado silencio.

Atravesando muros, atmósferas, edades,
tu rostro (tu rostro que parece que fuera cierto)
viene desde la muerte, desde antes
del primer día que despertara al mundo.

¡Qué claridad de rostro, qué ternura
de luz ensimismada,
qué dibujo de miel sobre hojas de agua!

Amo tus ojos, amo, amo tus ojos.
Soy como el hijo de tus ojos,
como una gota de tus ojos soy.
Levántame. De entre tus pies levántame, recógeme,
del suelo, de la sombra que pisas,
del rincón de tu cuarto que nunca ves en sueños.
Levántame. Porque he caído de tus manos
y quiero vivir, vivir, vivir.

Ante ti - Carmen Conde


Porque siendo tú el mismo, eres distinto
y distante de todos los que miran
esa rosa de luz que viertes siempre
de tu cielo a tu mar, campo que amo.

Campo mío, de amor nunca confeso;
de un amor recatado y pudoroso,
como virgen antigua que perdura
en mi cuerpo contiguo al tuyo eterno.

He venido a quererte, a que me digas
tus palabras de mar y de palmeras;
tus molinos de lienzo que salobres
me refrescan la sed de tanto tiempo.

Me abandono en tu mar, me dejo tuya
como darse hay que hacerlo para serte.
Si cerrara los ojos quedaría
hecha un ser y una voz: ahogada viva.

¿He venido, y me fui; me iré mañana
y vendré como hoy…? ¿qué otra criatura
volverá para ti, para quedarse
o escaparse en tu luz hacia lo nunca?

A mi hermano Miguel - César Vallejo

 

¡Hermano, hoy estoy en el poyo de la casa,
donde nos haces una falta sin fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta hora, y que mamá
nos acariciaba : «Pero hijos…»

Ahora yo me escondo,
como antes, todas estas oraciones
vespertinas, y espero que tú no des conmigo.
Por la sala, el zaguán, los corredores.
Después, te ocultas tú, y yo no doy contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos llorar,
hermano, en aquel juego.

Miguel, tú te escondiste
una noche de Agosto, al alborear;
pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste…
Y tu gemelo corazón de esas tardes
extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.

Oye, hermano, no tardes
en salir, ¿Bueno? Puede inquietarse mamá.