lunes, 27 de septiembre de 2021

Coloquio Amoroso - Santa Teresa de Ávila


Si el amor que me tenéis,
Dios mío, es como el que os tengo,
Decidme: ¿en qué me detengo?
O Vos, ¿en qué os detenéis?

-Alma, ¿qué quieres de mí?
-Dios mío, no más que verte.
-Y ¿qué temes más de ti?
-Lo que más temo es perderte.

Un alma en Dios escondida
¿qué tiene que desear,
sino amar y más amar,
y en amor toda escondida
tornarte de nuevo a amar?

Un amor que ocupe os pido,
Dios mío, mi alma os tenga,
para hacer un dulce nido
adonde más la convenga.

sábado, 25 de septiembre de 2021

La luna y el niño juegan… - Mariano Brull

La luna y el niño juegan
un juego que nadie ve;
se ven sin mirarse, hablan
lengua de pura mudez.

¿Qué se dicen, qué se callan,
quién cuenta una, dos y tres,
y quién, tres, y dos, y uno
y vuelve a empezar después?

¿Quién se quedó en el espejo,
luna, para todo ver?
Está el niño alegre y solo:
la luna tiende a sus pies

nieve de la madrugada,
azul del amanecer;
en las dos caras del mundo
—la que oye y la que ve—
se parte en dos el silencio,
la luz se vuelve al revés,
y sin manos, van las manos
a buscar quién sabe qué,
y en el minuto de nadie
pasa lo que nunca fue…

El niño está solo y juega
un juego que nadie ve.

Amar lo delicado y lo otoñal - Mariano Brull

Amar lo delicado y lo otoñal,
el arte antiguo, la canción de ayer;
la clara transparencia del cristal
como una forma espiritual de ser.

Amar la gracia añeja del rosal
y en rosas nuestro ensueño florecer.
Para lo bello ser sensible, igual
que un alma sensitiva de mujer.

Vivir una emoción en cada cosa,
y una fruición benigna y amorosa
en todo afín espíritu dejar…

Y ver las cosas con el narcisismo
de hallar en todo el alma de uno mismo
y en todo el alma de uno mismo amar.

Dicen que no hablan las plantas...- Rosalía de Castro


Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
—Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

—Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?

Canción deshojada - Luis García Montero

La vida tiene pétalos

y un rosal donde tiemblan las historias.

La historia de ese pájaro
que llegaba a dormirse en los escaparates
y ahora vuela en el alma de sus nuevos clientes.

La historia de esa nube
que cubría ciudades con papel de periódico
y ahora deja su lluvia en un tren cancelado.

La historia de mis gafas,
las que piden mis ojos, las que ponen murmullos
de teatros y máscaras junto al libro en la mesa.

La vida tiene pétalos
y nubes sin ciudades,
y las plumas del pájaro,
y las gafas que ahora
son la huella redonda del vacío.

En las mañanicas - Lope de Vega


En las mañanicas
del mes de mayo,
cantan los ruiseñores,
se alegra el campo.
 
En las mañanicas
como son frescas,
cubren los ruiseñores
las alamedas.
 
Ríense las fuentes
tirando perlas
a las florecillas
que están más cerca,
 
Vístense las plantas
de varias sedas,
que sacar colores
poco les cuesta.
 
Los campos alegran
tapetes varios;
Cantan los ruiseñores
retumba el campo.

Aunque tú no lo sepas - Luis García Montero

Como la luz de un sueño,

que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo,
iluminando
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos.

Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes,
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.

Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.
Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.

Así he vivido yo,
como la luz del sueño,
que no recuerdas cuando te despiertas.

Balada de la alondra persuasiva - María Elena Walsh

En otra madrugada,

por vientos de ceniza,
obedecí al latido de la alondra.
El cielo no era cielo todavía.

La zona del hornero,
el tiempo de la encina
se inquietaban en lento aprendizaje
y el cielo no era cielo todavía.

Hubo un encantamiento
de flor y hierba fina,
un cauteloso antaño de rocío,
y el cielo no era cielo todavía.

Septiembre constelado
de dos campanas frías
rodaba por lugares de silencio
y el cielo no era cielo todavía.

En clima de obediencia
mi pulso recorría
todo un advenimiento de corolas
y el cielo no era cielo todavía.

No regresó conmigo
la alondra persuasiva
porque me desterró de su latido
cuando el cielo fue luz de mediodía.

¿Cuántas estrellas tiene el cielo? - Andrés Eloy Blanco

La última noche que pasamos juntos,
lo preguntó:
-¿Cuántas estrellas tiene el cielo?
-Trescientas cincuenta mil.
-¿A que no?
-¿A que sí?

-Cállate. Esta noche
no quiero que preguntes esas cosas.
Esta noche, si quieres preguntar
cuántas estrellas tiene el cielo,
o cualquier otra cosa,
pregunta algo así como ¿me quieres?
¿tienes frío? ¿quién dice que tiene hambre?

Esta noche, pregunta algo que sea
contestado en el mundo sin palabras.
Interroga con toda tu sangre
algo en que toda la vida del mundo
esté preguntando,
algo así como ¿quién llora?
¿hace falta algo?

Y verás como todo hace falta
y sabrás cuántas estrellas tiene el cielo
cuando sepas que el cielo tiene una sola estrella
para cada momento,
porque con una que se pierda
dará un paso de sombra la luz del Universo.

Amor - Salvador Novo

Amar es este tímido silencio

Cerca de ti, sin que lo sepas,
Y recordar tu voz cuando te marchas
Y sentir el calor de tu saludo.
 
Amar es aguardarte
Como si fueras parte del ocaso,
Ni antes ni después, para que estemos solos
Entre los juegos y los cuentos
Sobre la tierra seca.
 
Amar es percibir, cuando te ausentas,
Tu perfume en el aire que respiro,
Y contemplar la estrella en que te alejas
Cuando cierro la puerta de la noche.

Poema 12: Para mi corazón basta tu pecho - Pablo Neruda

Para mi corazón basta tu pecho,

para tu libertad bastan mis alas.
Desde mi boca llegará hasta el cielo
lo que estaba dormido sobre tu alma.
 
Es en ti la ilusión de cada día.
Llegas como el rocío a las corolas.
Socavas el horizonte con tu ausencia.
Eternamente en fuga como la ola.
 
He dicho que cantabas en el viento
como los pinos y como los mástiles.
Como ellos eres alta y taciturna.
Y entristeces de pronto, como un viaje.
 
Acogedora como un viejo camino.
Te pueblan ecos y voces nostálgicas.
Yo desperté y a veces emigran y huyen
pájaros que dormían en tu alma.

El sol la rosa y el niño - Miguel Hernández


El sol, la rosa y el niño

flores de un día nacieron.
Los de cada día son
soles, flores, niños nuevos.
 
Mañana no seré yo:
otro será el verdadero.
Y no seré más allá
de quien quiera su recuerdo.
 
Flor de un día es lo más grande
al pie de lo más pequeño.
Flor de la luz el relámpago,
y flor del instante el tiempo.
 
Entre las flores te fuiste.
Entre las flores me quedo.


jueves, 23 de septiembre de 2021

La llama – Antonio Colinas

Hoy comienzo a escribir como quien llora.
No de rabia, o dolor, o pasión.
Comienzo a escribir como quien llora
de plenitud saciado,
como quien lleva un mar dentro del pecho,
como si el ojo contuviera toda
esa inmensa colmena que es el firmamento
en su breve pupila.
Me enciendo por pasadas plenitudes
y por estas presentes enmudezco.
Lloro por tener cerca una mujer,
por el agua de un monte
que suena entre cipreses en un lugar de Grecia;
lloro porque en los ojos de mi perro
hallo la humanidad, por la arrebatadora
música que quizá no merecemos,
por dormir tantas noches en sosiego profundo
bajo el icono y en su luz de oro,
y por la mansedumbre de la vela,
que sólo es eso, llama.
Comienzo a escribir y también la escritura
llora, porque respira y quema, porque pasa.
Qué gran gozo sentirme
yo mismo esa palabra que va ardiendo.
(Porque yo también ardo y también paso.)
Contemplo una llama muy quieta en la penumbra
de suaves jardines,
a la orilla de un mar calmo y antiguo,
y me voy encendiendo con la dicha
de saber que no existe otra verdad
que no sea esa llama, es decir,
la del amor que es don y que es condena.
Son llamas las palabras y son llamas los ojos,
que lloran sin llorar por el ser que yo fui
(aquel fuego cansado que temblaba
junto a otros jardines de otro mar)
y por el ser que ahora está mirando
fijamente una llama,
y que es, en soledad, la llama más gozosa.

martes, 7 de septiembre de 2021

Ten esperanza - Vicente Aleixandre


¿Lo comprendes ? Lo has comprendido.
¿Lo repites ? Y lo vuelves a repetir.
Siéntate. No mires hacia atrás. ¡Adelante !
Adelante. Levántate. Un poco más. Es la vida.
Es el camino. ¿Qué llevas la frente cubierta de sudores, con espinas, con polvo, con amargura, sin amor, sin mañana ?...
Sigue, sigue subiendo. Falta poco. Oh, qué joven eres.
Qué joven, qué jovencísimo, qué recién nacido. Qué ignorante.
Entre tus pelos grises caídos sobre la frente brillan tus claros ojos azules,
tus vividos, tus lentos ojos puros, allí quedados bajo algún velo.
Oh, no vaciles y álzate. Álzate todavía. ¿Qué quieres ?
Coge tu palo de fresno blanco y apóyate. Un brazo a tu lado quisieras. Míralo.
Míralo, ¿No lo sientes ? Allí, súbitamente, está quieto. Es un bulto silente.
Apenas si el color de su túnica lo denuncia. Y en tu oído una palabra no pronunciada.
Una palabra sin música, aunque tú la estés escuchando.
Una palabra con viento, con brisa fresca. La que mueve tus vestidos gastados.
La que suavemente orea tu frente. La que seca tu rostro,
la que enjuga el rastro de aquellas lágrimas.
La que atusa, apenas roza tu cabello gris ahora en la inmediación de la noche.
Cógete a ese brazo blanco. A ese que apenas conoces, pero que reconoces.
Yérguete y mira la raya azul del increíble crepúsculo,
la raya de la esperanza en el límite de la tierra.
Y con grandes pasos seguros, enderézate, y allí apoyado, confiado, solo, échate a andar...

sábado, 4 de septiembre de 2021

Si tú me olvidas - Pablo Neruda


QUIERO que sepas una cosa. Tú sabes cómo es esto: si miro la luna de cristal, la rama roja del lento otoño en mi ventana, si toco junto al fuego la impalpable ceniza o el arrugado cuerpo de la leña, todo me lleva a ti, como si todo lo que existe, aromas, luz, metales, fueran pequeños barcos que navegan hacia las islas tuyas que me aguardan. Ahora bien, si poco a poco dejas de quererme dejaré de quererte poco a poco. Si de pronto me olvidas no me busques, que ya te habré olvidado. Si consideras largo y loco el viento de banderas que pasa por mi vida y te decides a dejarme a la orilla del corazón en que tengo raíces, piensa que en ese día, a esa hora levantaré los brazos y saldrán mis raíces a buscar otra tierra. Pero si cada hora sientes que a mí estás destinada con dulzura implacable. Si cada día sube una flor a tus labios a buscarme, ay amor mío, ay mía, en mí todo ese fuego se repite, en mí nada se apaga ni se olvida, mi amor se nutre de tu amor, amada, y mientras vivas estará en tus brazos sin salir de los míos.

Dos palabras - Alfonsina Storni

Esta noche al oído me has dicho dos palabras

Comunes. Dos palabras cansadas De ser dichas. Palabras Que de viejas son nuevas. Dos palabras tan dulces que la luna que andaba Filtrando entre las ramas Se detuvo en mi boca. Tan dulces dos palabras Que una hormiga pasea por mi cuello y no intento Moverme para echarla. Tan dulces dos palabras Que digo sin quererlo ¡oh, qué bella, la vida!? Tan dulces y tan mansas Que aceites olorosos sobre el cuerpo derraman. Tan dulces y tan bellas Que nerviosos, mis dedos, Se mueven hacia el cielo imitando tijeras. Oh, mis dedos quisieran Cortar estrellas.

La llama - Antonio Colinas

Hoy comienzo a escribir como quien llora.

No de rabia, o dolor, o pasión. Comienzo a escribir como quien llora de plenitud saciado, como quien lleva un mar dentro del pecho, como si el ojo contuviera toda esa inmensa colmena que es el firmamento en su breve pupila. Me enciendo por pasadas plenitudes y por estas presentes enmudezco. Lloro por tener cerca una mujer, por el agua de un monte que suena entre cipreses en un lugar de Grecia; lloro porque en los ojos de mi perro hallo la humanidad, por la arrebatadora música que quizá no merecemos, por dormir tantas noches en sosiego profundo bajo el icono y en su luz de oro, y por la mansedumbre de la vela, que sólo es eso, llama. Comienzo a escribir y también la escritura llora, porque respira y quema, porque pasa. Qué gran gozo sentirme yo mismo esa palabra que va ardiendo. (Porque yo también ardo y también paso.) Contemplo una llama muy quieta en la penumbra de suaves jardines, a la orilla de un mar calmo y antiguo, y me voy encendiendo con la dicha de saber que no existe otra verdad que no sea esa llama, es decir, la del amor que es don y que es condena. Son llamas las palabras y son llamas los ojos, que lloran sin llorar por el ser que yo fui (aquel fuego cansado que temblaba junto a otros jardines de otro mar) y por el ser que ahora está mirando fijamente una llama, y que es, en soledad, la llama más gozosa.

El día se ha ido - Ángel González

Ahora andará por otras tierras,

llevando lejos luces y esperanzas, aventando bandadas de pájaros remotos, y rumores, y voces, y campanas, —ruidoso perro que menea la cola y ladra ante las puertas entornadas.
(Entretanto, la noche, como un gato sigiloso, entró por la ventana, vio unos restos de luz pálida y fría, y se bebió la última taza.) Sí; definitivamente el día se ha ido.
Mucho no se llevó (no trajo nada); sólo un poco de tiempo entre los dientes, un menguado rebaño de luces fatigadas.
Tampoco lo lloréis. Puntual e inquieto, sin duda alguna, volverá mañana. Ahuyentará a ese gato negro.
Ladrará hasta sacarme de la cama. Pero no será igual. Será otro día. Será otro perro de la misma raza.

Hoy me gusta la vida mucho menos - César Vallejo

Canción del andén - José Ángel Buesa

La balada del agua del mar - Federico García Lorca


El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.
 
¿Qué vendes, oh joven turbia
con los senos al aire?
 
Vendo, señor, el agua
de los mares.
 
¿Qué llevas, oh negro joven,
mezclado con tu sangre?
 
Llevo, señor, el agua
de los mares.
 
Esas lágrimas salobres
¿de dónde vienen, madre?
 
Lloro, señor, el agua
de los mares.
 
Corazón, y esta amargura
seria, ¿de dónde nace?
 
¡Amarga mucho el agua
de los mares!
 
El mar
sonríe a lo lejos.
Dientes de espuma,
labios de cielo.

Destino – Rosario Castellanos

 

Matamos lo que amamos. Lo demás
no ha estado vivo nunca.
Ninguno está tan cerca. A ningún otro hiere
un olvido, una ausencia, a veces menos.
Matamos lo que amamos. ¡Que cese ya esta asfixia
de respirar con un pulmón ajeno!
El aire no es bastante
para los dos. Y no basta la tierra
para los cuerpos juntos
y la ración de la esperanza es poca
y el dolor no se puede compartir.
El hombre es animal de soledades,
ciervo con una flecha en el ijar
que huye y se desangra.
¡Ah! pero el odio, su fijeza insomne
de pupilas de vidrio; su actitud
que es a la vez reposo y amenaza.
El ciervo va a beber y en el agua aparece
el reflejo de un tigre.
El ciervo bebe el agua y la imagen. Se vuelve
—antes que lo devoren—(cómplice, fascinado)
igual a su enemigo.
Damos la vida sólo a lo que odiamos.

Pido silencio – Pablo Neruda

 

Ahora me dejen tranquilo.
Ahora se acostumbren sin mí.
Yo voy a cerrar los ojos.
Y sólo quiero cinco cosas,
cinco raíces preferidas.
Una es el amor sin fin.
Lo segundo es ver el otoño.
No puedo ser sin que las hojas
vuelen y vuelvan a la tierra.
Lo tercero es el grave invierno,
la lluvia que amé, la caricia
del fuego en el frío silvestre.
En cuarto lugar el verano
redondo como una sandía.
La quinta cosa son tus ojos,
Matilde mía, bienamada,
no quiero dormir sin tus ojos,
no quiero ser sin que me mires:
yo cambio la primavera
por que tú me sigas mirando.
Amigos, eso es cuanto quiero.
Es casi nada y casi todo.
Ahora si quieren se vayan.
He vivido tanto que un día
tendrán que olvidarme por fuerza,
borrándome de la pizarra:
mi corazón fue interminable.
Pero porque pido silencio
no crean que voy a morirme:
me pasa todo lo contrario:
sucede que voy a vivirme.
Sucede que soy y que sigo.
No será, pues, sino que adentro
de mi crecerán cereales,
primero los granos que rompen
la tierra para ver la luz,
pero la madre tierra es oscura:
y dentro de mí soy oscuro:
soy como un pozo en cuyas aguas
la noche deja sus estrellas
y sigue sola por el campo.
Se trata de que tanto he vivido que
quiero vivir otro tanto.
Nunca me sentí tan sonoro,
nunca he tenido tantos besos.
Ahora, como siempre, es temprano.
Vuela la luz con sus abejas.
Déjenme solo con el día.
Pido permiso para nacer.

La canción del amor olvidado - Dulce María Loynaz


Para el amor más olvidado
cantaré esta canción:
 
No para el que humedece los ojos todavía...
Ni para el que hace ya
sonreír con un poco de emoción...
 
Canto para el amor sin llanto
y sin risa;
el que no tiene una rosa seca
ni unas cartas atadas con una cinta.
 
Sería algún amor de niño acaso...
 
Una plaza gris... Una nube... No sé...
 
Para el amor más olvidado cantaré.
 
Cantaré una canción
sin llamar, sin llorar, sin saber...
El nombre que no se recuerda
pudo tener dulzura:
 
Canción sin nombres
quiero cantarte
mientras la noche dura...
 
Cantar para el amor que ya no evocan
las flores con su olor
ni algún vals familiar...
Para el que no se esconde entre cada crepúsculo,
ni atisba ni persigue ni vuelve nunca más...
 
Para el amor más olvidado
—el más dulce...—,
el que no estoy segura de haber amado.