descubro claramente el juego:
miro la realidad y a este costado
se me inclina la voz por donde muero,
por donde el corazón ligeramente
me vence cada día con su peso
y una pequeña herida hacia la tierra
me va sangrando el verso.
Entre estas manos con que escribo cabe
acumulado todo lo que tengo,
todo lo que sostiene el breve mundo
querido que defiendo.
Cada mañana pongo a flote el barco
que se fue a pique en la tiniebla, el lienzo
de las velas coloco... (Cada día
el barco queda un poco más adentro).
Soporto humanamente, como cada
uno, mi propio muerto,
y procuro que no me toque nadie
el hedor de este triste compañero.
No me resigno a que las cosas vayan
por la tierra peor que por el cielo.
Para cumplir con mi verdad escribo.
(Perdón si soy modesto).
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