lunes, 22 de mayo de 2017

Tu risa - Pablo Neruda



Quítame el pan, si quieres,
quítame el aire, pero                                      

no me quites tu risa.

No me quites la rosa,
la lanza que desgranas,
el agua que de pronto
estalla en tu alegría,
la repentina ola
de plata que te nace.


Mi lucha es dura y vuelvo
con los ojos cansados
a veces de haber visto
la tierra que no cambia,
pero al entrar tu risa
sube al cielo buscándome
y abre para mí todas
las puertas de la vida.


Amor mío, en la hora
más oscura desgrana
tu risa, y si de pronto
ves que mi sangre mancha
las piedras de la calle,
ríe, por que tu risa
será para mis manos
como una espada fresca.


Junto al mar en otoño,
tu risa debe alzar
su cascada de espuma,
y en primavera, amor,
quiero tu risa como
la flor que yo esperaba,
la flor azul, la rosa
de mi patria sonora.


 Ríete de la noche,
del día, de la luna,
ríete de las calles
torcidas de la isla,
ríete de este torpe
muchacho que te quiere,
pero cuando yo abro
los ojos y los cierro,
cuando mis pasos van,
cuando vuelven mis pasos,
niégame el pan, el aire,
la luz, la primavera,
pero tu risa nunca
por que me moriría.

lunes, 8 de mayo de 2017

Tú me quieres blanca - Alfonsina Storni

                                             

Tú me quieres alba,
Me quieres de espumas,
Me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada

Ni un rayo de luna
Filtrado me haya.
Ni una margarita
Se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
Tú me quieres blanca,
Tú me quieres alba.

Tú que hubiste todas
Las copas a mano,
De frutos y mieles
Los labios morados.
Tú que en el banquete
Cubierto de pámpanos
Dejaste las carnes
Festejando a Baco.
Tú que en los jardines
Negros del Engaño
Vestido de rojo
Corriste al Estrago.

Tú que el esqueleto
Conservas intacto
No sé todavía
Por cuáles milagros,
Me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
Me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡Me pretendes alba!

Huye hacia los bosques,
Vete a la montaña;
Límpiate la boca;
Vive en las cabañas;
Toca con las manos
La tierra mojada;
Alimenta el cuerpo
Con raíz amarga;
Bebe de las rocas;
Duerme sobre escarcha;
Renueva tejidos
Con salitre y agua;
Habla con los pájaros
Y lévate al alba.
Y cuando las carnes
Te sean tornadas,
Y cuando hayas puesto
En ellas el alma
Que por las alcobas
Se quedó enredada,
Entonces, buen hombre,
Preténdeme blanca,
Preténdeme nívea,
Preténdeme casta.

domingo, 7 de mayo de 2017

Gustavo Adolfo Bécquer - RIMA IV,



No digáis que, agotado su tesoro, 
de asuntos falta, enmudeció la lira; 
podrá no haber poetas; pero siempre 
habrá poesía. 

Mientras las ondas de la luz al beso 
palpiten encendidas, 
mientras el sol las desgarradas nubes 
de fuego y oro vista, 
mientras el aire en su regazo lleve 
perfumes y armonías, 
mientras haya en el mundo primavera, 
¡habrá poesía! 

Mientras la ciencia a descubrir no alcance 
las fuentes de la vida, 
y en el mar o en el cielo haya un abismo 
que al cálculo resista, 
mientras la humanidad siempre avanzando 
no sepa a dó camina, 
mientras haya un misterio para el hombre, 
¡habrá poesía! 

Mientras se sienta que se ríe el alma, 
sin que los labios rían; 
mientras se llore, sin que el llanto acuda 
a nublar la pupila; 
mientras el corazón y la cabeza 
batallando prosigan, 
mientras haya esperanzas y recuerdos, 
¡habrá poesía! 

Mientras haya unos ojos que reflejen 
los ojos que los miran, 
mientras responda el labio suspirando 
al labio que suspira, 
mientras sentirse puedan en un beso 
dos almas confundidas, 
mientras exista una mujer hermosa, 
¡habrá poesía!


jueves, 4 de mayo de 2017

Poema 15 - Pablo Neruda

Me gustas cuando callas porque estás como ausente
y me oyes desde lejos y mi voz no te toca.
Parece que los ojos se te hubieran volado
y parece que un beso te cerrara la boca.
Como todas las cosas están llenas de mi alma
emerges de las cosas, llena del alma mía.

Mariposa de sueño, te pareces a mi alma
y te pareces a la palabra melancolía;
Me gustas cuando callas y estás como distante.
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo.
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza:
déjame que me calle con el silencio tuyo.

Déjame que te hable también con tu silencio,
claro como una lámpara, simple como un anillo.
Eres como la noche, callada y constelada.

Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo.
Me gustas cuando callas porque estás como ausente.
Distante y dolorosa como si hubieras muerto.
Una palabra entonces, una sonrisa basta.
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.


Rubén Darío - La dulzura del Angelus,




La dulzura del ángelus matinal y divino
que diluyen ingenuas campanas provinciales,
en un aire inocente a fuerza de rosales,
de plegaria, de ensueño de virgen y de trino
de ruiseñor, opuesto todo al rudo destino que no cree en Dios...
El áureo ovillo vespertino
que la tarde devana tras opacos cristales
por tejer la inconsútil tela de nuestros males,
todos hechos de carne y aromados de vino...
y esta atroz amargura de no gustar de nada,
de no saber adónde dirigir nuestra prora,
mientras el pobre esquife en la noche cerrada
va en las hostiles olas huérfano de la aurora...

(¡Oh süaves campanas entre la madrugada!)

Mario Benedetti - Táctica y estrategia.,



Mi táctica es mirarte, aprender cómo eres, quererte cómo eres.
Mi táctica es hablarte y escucharte, construir con palabras un puente indestructible.
Mi táctica es quedarme en tu recuerdo, no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en ti.
Mi táctica es ser franco y saber que eres franca, y que no nos vendamos simulacros, para que entre los dos no haya telón ni abismos.
Mi estrategia es en cambio más profunda y más simple.
Mi estrategia es que un día cualquiera, no sé cómo, ni sé con qué pretexto por fin me necesites.

 
José Zorrilla
(1817-1893)

José Zorrilla nació en Valladolid (1817). Su padre, José Zorrilla, era hombre de rígidos principios, absolutista y partidario del pretendiente don Carlos; su madre, Nicomedes Moral, mujer piadosa, sufrida y sometida al marido. Tras varios años en Valladolid, Burgos y Sevilla, la familia se estableció en Madrid, donde el padre ejerció con gran celo el cargo de superintendente de policía y el hijo ingresó en el Seminario de Nobles.

Estudió leyes en las universidades de Toledo y Valladolid (1833-36), con nulo aprovechamiento. Durante unas vacaciones se enamoró de una prima, a la que evoca en "Recuerdo del Arlanza", era éste el primero de una larga lista de amores.

Huyó de la casa paterna (1836), refugiándose en Madrid, donde la fama lo sacó súbitamente (1837) de una vida oscura y llena de privaciones: Zorrilla, un joven delgado y pálido, como lo han retratado varios contemporáneos, se reveló como poeta al pie del sepulcro de Larra, leyendo emocionadamente una composición en honor del suicida, cuando toda la capital se hallaba reunida en el cementerio para rendirle el último tributo.

Se casó con Florentina O’Reilly (1839), viuda bastante mayor que él y con un hijo. No fue el dinero el motivo de la boda, pues estaba arruinada. Aparte la edad, varias causas concurrieron a hacer infeliz el matrimonio: la antipatía del hijo hacia el intruso, las riñas entre mujer y suegra, la desaprobación del padre.

Viajó a Francia (1845), asistiendo en París a algunos cursos de la Facultad de Medicina y relacionándose con Dumas, George Sand, Musset y Gautier. Ese mismo año murió su madre, dejándole profunda melancolía.

De regreso en Madrid (1846), recibió varios honores dos año más tarde: se le nombró miembro de la Junta del recién fundado Teatro Español; el Liceo organizó una sesión para exaltarle públicamente; la Real Academia lo admitió en su seno, aunque sólo tomaría posesión en 1885. Pero la muerte del padre (1849) le causó un duro golpe: su progenitor se negó a perdonarle la huida y la boda, dejando un enorme peso en la conciencia del hijo. Por otro lado, le legó considerables deudas.

Huyendo de su mujer, se estableció en París (1851) y Londres (1853), a donde le acompañaron los inseparables apuros económicos. En París endulzó sus penas Leila, a quien amó apasionadamente. En tanto que en la capital británica hizo amistad con el famoso relojero Losada que le ayudó.

Embarcó, por fin, rumbo a México ( 1854-66), interrumpiendo su estancia allí para pasar un año en Cuba (1858). Llevó en aquel país una vida de aislamiento y pobreza, sin mezclarse en la guerra civil, que dividía a federales y unitarios. Cuando Maximiliano ocupó el poder (1864), Zorrilla se convirtió en poeta áulico y fue nombrado director del Teatro Nacional.

Muerta su esposa, regresó a España (1866), donde se le admiraba, pero se le creía superado. El fusilamiento de Maximiliano, abandonado a su triste suerte por el Papa y Napoleón III, le produjo una profunda crisis religiosa.

Casado de nuevo con Juana Pacheco (1869), siguió en permanentes apuros económicos, de los que apenas lograrían sacarle ni una comisión gubernamental en Roma (1873) ni una pensión nacional otorgada tardíamente.

Se hizo famoso dando recitales públicos y obtuvo numerosos honores entre los que sobresalen su nombramiento de cronista de Valladolid (1884) y su coronación como poeta nacional en Granada (1889).

Murió en Madrid (1893), tras una intervención quirúrgica para extraerle un tumor cerebral. Su entierro fue un gran homenaje de admiración.

Hay en la vida de Zorrilla algunos detalles de gran interés para comprender la orientación de su obra. En primer lugar, las relaciones con su padre. Hombre éste despótico y severo, rechazó sistemáticamente el cariño de su hijo, negándose a perdonarle sus errores juveniles. El escritor cargaba consigo una especie de complejo de culpa, y para superarla decidió defender en su creación un ideal tradicionalista muy de acuerdo con el sentir paterno. Dice en Recuerdos del tiempo viejo: "Mi padre no había estimado en nada mis versos: ni mi conducta, cuya clave él sólo tenía".

Importante es destacar su temperamento sensual, que le arrastraba hacia las mujeres: dos esposas, un temprano amor con una prima, amores en París y México, dan una lista que, aunque muy lejos de la de don Juan, camina en su misma dirección. El amor constituye uno de los ejes fundamentales de toda su producción.

No es ocioso preguntar, como tercer factor condicionante, sobre la salud de Zorrilla. A cierta altura de su vida, en efecto, se inventó un doble, loco (Cuentos de un loco, 1853), que aparece casi obsesivamente después. En Recuerdos del tiempo viejo habla de sus alucinaciones y sonambulismo. ¿Cuándo apareció el tumor cerebral y cómo afectó su comportamiento? Quizá el papel predominante de la fantasía en el escritor encuentre una explicación por este lado.

De su carácter ha dicho su biógrafo Narciso Alonso Cortés que era ingenuo como un niño, bondadoso y amigo de todos, ignorante del valor del dinero y ajeno a la política. Conviene resaltar, además, su independencia, de la que se sentía muy orgulloso. En versos que recuerdan a los de Antonio Machado, confesó que a su trabajo lo debía todo, y llegó a rechazar lucrativos puestos públicos por no sentirse preparado: "Yo temo -afirma en sus Recuerdos...- que nuestra revolución va a ser infructífera para España por creernos todos los españoles buenos y aptos para todo y meternos todos a lo que no sabemos".

Mario Benedetti - Si me ves triste,



Si algún día me ves triste no me digas nada, solo quiéreme.
Si me encuentras en la soledad de la oscura noche, no me preguntes nada.
Solo acompáñame.
Si me miras y no te miro no pienses nada, compréndeme.
Si lo que necesitas es amor no tengas miedo, ámame.
Pero si alguna vez dejaras de quererme no me digas nada.
Recuérdame.


Un Lápiz - Alfonsina Storni

                                                    

Por diez centavos lo compré en la esquina
y vendiómelo un ángel desgarbado;
cuando a sacarle punta lo ponía
lo vi como un cañón pequeño y fuerte.

Saltó la mina que estallaba ideas
y otra vez despuntólo el ángel triste.
Salí con él y un rostro de alto bronce
lo arrió de mi memoria. Distraída

lo eché en el bolso entre pañuelos, cartas,
resecas flores, tubos colorantes,
billetes, papeletas y turrones.

Iba hacia no sé dónde y con violencia
me alzó cualquier vehículo, y golpeando
iba mi bolso con su bomba adentro.

martes, 2 de mayo de 2017

León Felipe - Cómo se habla con Dios,



Aquí en el cielo no hay retórica, ¿verdad?,
le pregunto a un ángel amigo mío.
Todos los ángeles son amigos míos,
pero a éste no le había visto nunca.
El ya me conocía,
sabía mi nombre y mi mote.

Pero me dijo: No, amigo,
aquí todos hablan con voz natural.
Nadie engola la voz.
Aquí no hay tenores, ni falsete,
ni retórica, ni hipérbaton.
A Quevedo y a Góngora
los hemos mandado al Olimpo.

Sencillez, claridad,
es lo que aquí se estila:
la voz es lo que Dios cuida más.

- Pero, si Dios no habla nunca.
Yo le he llamado muchas veces,
y nunca me contesta.

- Porque no le hablas con la voz que a Él le gusta.
Tú gritas mucho,
y a Dios, como a los mexicanos,
no les gusta que les hablen «golpeando».
Modérate, modérate, amigo,
y habla más bajo.

- Esto me enseña
que debo ir aprendiendo
cómo se habla con Dios.

(C) León Felipe

Canción de otoño en primavera - Rubén Darío


Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Plural ha sido la celeste
historia de mi corazón.
Era una dulce niña, en este
mundo de duelo y de aflicción.

Miraba como el alba pura;
sonreía como una flor.
Era su cabellera obscura
hecha de noche y de dolor.

Yo era tímido como un niño.
Ella, naturalmente, fue,
para mi amor hecho de armiño,
Herodías y Salomé...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Y más consoladora y más
halagadora y expresiva,
la otra fue más sensitiva
cual no pensé encontrar jamás.

Pues a su continua ternura
una pasión violenta unía.
En un peplo de gasa pura
una bacante se envolvía...

En sus brazos tomó mi ensueño
y lo arrulló como a un bebé...
Y te mató, triste y pequeño,
falto de luz, falto de fe...

Juventud, divino tesoro,
¡te fuiste para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...

Otra juzgó que era mi boca
el estuche de su pasión;
y que me roería, loca,
con sus dientes el corazón.

Poniendo en un amor de exceso
la mira de su voluntad,
mientras eran abrazo y beso
síntesis de la eternidad;

y de nuestra carne ligera
imaginar siempre un Edén,
sin pensar que la Primavera
y la carne acaban también...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer.

¡Y las demás! En tantos climas,
en tantas tierras siempre son,
si no pretextos de mis rimas
fantasmas de mi corazón.

En vano busqué a la princesa
que estaba triste de esperar.
La vida es dura. Amarga y pesa.
¡Ya no hay princesa que cantar!

Mas a pesar del tiempo terco,
mi sed de amor no tiene fin;
con el cabello gris, me acerco
a los rosales del jardín...

Juventud, divino tesoro,
¡ya te vas para no volver!
Cuando quiero llorar, no lloro...
y a veces lloro sin querer...
¡Mas es mía el Alba de oro!

Oración de San Francisco de Asís


Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu Paz .
Donde hay odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.

Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación,
que lleve yo la Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.

Oh, Maestro, haced que yo no busque
tanto ser consolado, sino consolar;
ser comprendido, sino comprender;
ser amado, como amar.

Porque es dando , que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la
Vida Eterna.


lunes, 1 de mayo de 2017

Biografía de Alfonsina Storni

Alfonsina Storni (Capriasca, Suiza, 29 de mayo de 1892 – Mar del Plata, Argentina, 25 de octubre de 1938) fue una poetisa y escritora argentina del modernismo.

Amor - Pablo Neruda


Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte la leche de los senos como de un manantial,
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte
en la risa de oro y la voz de cristal.
Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal,
porque tu ser pasara sin pena al lado mío
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-.

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría
amarte, amarte como nadie supo jamás!
Morir y todavía amarte más.
Y todavía amarte más y más.

Antonio Gala - No por amor,